miércoles, 20 de enero de 2010

Un callejón llamado odio

Debry, Peter, Un callejón llamado odio, Punto Rojo, nº 568, Bruguera, Barcelona, 1973, portada de Enrique Martín.
Impecable, sobria y certera novela negra donde sólo hay acción, una narración sostenida de principio de fin con pulso firme, sin concesiones, con personajes impecables y una bien trabada trama argumental.
Clem Sterling es un detective privado que trabaja para un excompañero de Vietnam, el rico empresario petrolífero Beck Garland. Su misión principal es vigilar a su hermana, Maureen Garland, alcohólica, y a su hijo, Melvin Garland, casado con Sandra Dahl, una cantante que fue novia del mafiosos Joe Cairo. Son días difíciles pues cualquier escándalo puede empañar la campaña del alcalde Martyn, quien se presenta a la reelección apoyado por Garland.
Maureen Garland, prometida a Boy Conrad, es detenida por la policía tras un altercado en el bar de Bill Meyer. Llevada ante el juez, es sacada bajo fianza por Clem Sterling y su compañero de profesión, el detective Harry Castel; para evitar cualquier tipo de publicidad Maureen dice llamarse Carol Finland -es el nombre de su modista- y en vista de su inestabilidad Sterling y Castel deciden ingresarla en la clínica del doctor Alex Virgil; allí trabaja la sensual Lorraine Bruyce que, a pesar de prometida del doctor Virgil, es seducidad por Castel.
Sterling explica la situación al impulsivo Garland mientras intenta seducir a la bella secretaria de éste, Ketty Jadine, pero la situación se complica cuando Joe Cairo aparece herido de bala tras un rifirrafe con Melvin Garlland y cuando Bill Meyer, el propietario del bar donde fue detenida Maureen, chantajea a los Garland explicando que puede decir que quien estuvo ante el juez fue una Garland.
Maureen se escapa del sanatorio, Bill Meyer, después de recibir una contundente visita de Sterling, aparece muerto y poco después la real Carol Finland también es asesinada. Un misterioso chantajista amenaza de nuevo a Berck Gasrland mientras la policía empieza a acosar a Sterling que demuestra estar tras demasiados misterios. Éste consigue esconder a Marvin y a su esposa de las posibles represalias de Cairo al tiempo que Ketty desvela al detective que el doctor Virgil era un chantajista; en una nueva visita a su clínica lo encuentra asesinado.
La trama se desenvuelve con precisión hasta que Sterling acorrala a su socio y ayudante, Harry Castel, y le obliga a confesar que él, obnubilado por la codicia y ayudado por Lorraine Bryce, es el asesino; aprovechando la situación y el chantaje que proponía Virgil, Castel atentó contra Cairo y mató a Meyer, a la inocente Finland, a la pobre Maureen y al doctor. Acorralado por la policía y por Cairo, Castel muere en un tiroteo final al tiempo que Sterling decide abandonare su carrera de detective para casarse con Ketty Jadine e irse a vivir a una isla a vender souvenirs.
La novela, desde el mismo título, es sobria e impecable con un dibujo impecable de personajes; -Sterling es un maduro detective espléndido, pero también Castel, o el potentado y vehemente Garland, o su hermana Maureen o Lorraine -diosa nórdica- y Ketty -una sirena de mares azules.-. No hay ninguna indicación espacial relativa a qué ciudad sirve de marco al desarrollo de la acción y la historia aparece sólidamente trabada y resuelta y en ella no parece ni sobrar ni faltar nada; todo está en su justo lugar. La puesta en escena final que permite la confesión de Castel es brillante (p. 120) pero toda la narración está servida con un estilo impecable, ajustado y preciso: la descripción que en la página 60 se lleva a cabo de una pelea de Sterling con los mafiosos de Cairo es impecable -“Sus enormes brazos enlazaron a Sterling como las mandíbulas de una grúa y apretando emitía Bugs pequeños gruñidos como un cerdo en el comedero (...) Las suelas de Bugs rumoreaban arrastrándose por el asfalto.” En definitiva, una excelente novela que demuestra cómo Debrigode estaba dando lo mejor de sí en esos últimos años de su trayectoria literaria.

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