viernes, 17 de septiembre de 2010

Condenado a vivir

Debry, Peter, Condenado a vivir, Servicio secreto, nº 766, Bruguera, Barcelona, 1965, portada de Miguel García, ilustración interior de Costa
Sólida y sorprendente novela que mezcla lo policíaco con el relato de espionaje, la novela de guerra y el subgénero de aventuras en la Legión extranjera; personajes que viven en y al límite se enfrentan sus fantasmas personales en una trama intensa donde la verdad y la nobleza se acaban imponiendo.
En el feliz París de los años 20, Abel Vigan es un feliz funcionario de lministerio de la guerra; un día al volver a casa, donde vive con su hija de tres meses y su esposa, descubre a ésta despidiéndose de un hombre. Él no sabe que su mujer, amenazada con la muerte de su niña, pasa informes de su esposo a ese espía. Abel sospecha una infidelidad y al descubrir que su esposa le miente, le da una paliza brutal; la lleva al hospital y cuando vuelve a su casa no encuentra a su hija pues ha sido secuestrada por el hombre misterioso. Desesperado se lanza al Sena pero es rescatado por una chalana que le lleva hasta Le Havre. Allí, mientras se recupera, lee en los periódicos que su esposa fue asesinada en el hospital con un disparo en la frente y que una niña de tres meses fue encontrada sin vida en las orilla del Sena. También la prensa da noticia de su desaparición, de su condición de espía -una falsedad absoluta- y de cómo finalmente se le acusa de la muerte de su esposa. Vigan, abrumado por la culpa decide ingresar en la Legión extranjera y ser un “condenado a vivir” pasándose a llamar Leon Lesurc y a ser conocido como “Malasaña”
Veinte años después, el capitán Gustav Martel, un cargo importante en la resistencia francesa que opera desde Londres decide ir a Dakar en busca de Marc Martel, su hermano. Marc es un aventurero incorregible que, tras el encuentro con Gustav y tras escapar a una encerrona de un traficante de drogas, se muestra como un tipo noble, algo pendenciero pero cargado de una sólida escala de valores. Gustav le propone ingresar en la Legión extranjera y desplazarse a la frontera entre Argelia y Túnez para que pueda desenmascarar a un espía alemán que puede desbaratar los planes de rebelión de la Legión y su apoyo a los aliados. Él sospecha de Vigan-Lesurc; ha indagado en su historia y al creer que veinte años antes ya robó documentos para los alemanes, ahora cree que debe de seguir haciendo lo mismo. Marc ingresa en la Legión y, a causa de su carácter indomable, tiene oportunidad de conocer a Lesurc; con los años éste se ha convertido en sargento y es célebre por su dureza implacable y por su carácter solitario, casi inhumano. Castigado por Lesurc, Marc se ve incorporado a un pelotón de reconocimiento que, en medio del desierto, es capturado por el ejército alemán. Allí Marc se enfrenta al vardaeo legionario espía y a los nazis a los que vence; cuando vuelve a la guarnición descubre a la bella hija del recientemente fallecido comandante de la guarnición, Lucie de Rancy y entre ambos surge una especial fascinación. Mientras Gustav conoce el caso de la reciente muerte del comandante de la guarnición donde está su hermano; De Rancy y su esposa murieron, aparentemente, de forma accidental, pero se descubrió que ella era brutalmente chantajeada por un espía -Robert Jarnac- para que pasase información que guardaba su marido. Él se suicidó y ella fue asesinada por Jarnac con un tiro en la frente. La similitud del caso revela a Gustav que Lesurc, el presunto asesino, en realidad fue una víctima del mismo Jarnac veinte años atrás.
La resistencia propone a Lesurc una misión desesperada para permitir el levantamiento de la Legión en apoyo de la causa aliada; él acepta pero es secuestrado por Jarnac y unos crueles beduinos que se deciden a torturarlo cruelmente si no confiesa su misión. En esa situación desesperada, la casual llegada de Marc permite su libertad y que ambos vayan a cumplir su misión suicida de la que, milagrosamente, saldrán airosos. Gustav, por su parte, conseguirá reducir a Jarnac y ofrecérselo a Lesurc. Cuando éste descubre que ése fue el causante de su desgracia y el asesino de su esposa e hija, obliga al beduino que antes quería torturarle a que lo mutile cruelmente. Marc abandona la legión y parte a la búsqueda del amor de Lucie de Rancy y Lesurc vaga por los zocos del norte de África acompañado de un deshecho humano, sin brazos ni piernas, sin ojos ni lengua, al que tortura golpeando y haciéndole pasar sed y hambre. Una bomba nazi les mata pero en el rostro sin vida de Lesurc aparece un esbozo de sonrisa. Él de alguien que había sido liberado de estar condenado a vivir.
Buen relato de Debry, con ese gusto tan suyo por la hibridación de géneros, que destaca por su estilo preciso y, como no, por su retrato de personajes con la presencia de dos perfiles muy característicos de su narrativa: el personaje inocente torturado por un pasado que debe expiar- Lesurc- y el burlón pendenciero de sólido sustrato moral -Marc-. La novela avanza segura en su desarrollo argumental con esa característica despreocupación por el rigor documental y por una verosimilitud absoluta que pueda cercenar la intensidad del relato. La crueldad extrema del desenlace seguramente bordea el límite de lo aceptable por la censura de la época.

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